domingo, 24 de marzo de 2019

SUEÑO Y PESADILLA (c. 2012)


Frío… como la temporada que representa
el nacimiento de tu nombre.
Sueño creer que alguna vez fuiste ese sueño.
Recuerdo lo largo de los días postreros,
indefinidos, anchos, oscuros… que caen.
Esa ausencia repentina, restaba sabor al café cotidiano
que absorto tragaba en ese lugar.
Lugar que el destino obligó habitar.
Pedazos propios alrededor me interrogaban:
- ¿cómo sigues vivo?
Sin respuesta… solo me movió a recoger
escombros de sueños irreales que construí.
De a poco los enterré
en el lugar más árido que encontré,
procurando su imposible germinación.
Fui ahogando en ese seco lugar
los fines, metas, deseos
y realicé, mientras los diseminaba,
que nunca fuiste sueño,
que eras tragedia, atraso, infortunio, simple pesadilla.
Ese día sentí nuevamente el calor de mi sangre
recorrer mis venas.
Ese día prometí olvidar lo sufrido,
las mentiras disfrazadas de verdad.
Superé lo que creí imposible,
acepté tu mezquindad.
Pero tranquila… tu secreto guardado está.
Sabemos que fuiste, eres y serás pesadilla,
pero ante el resto de los ojos solo sueño serás.

martes, 24 de julio de 2018

Arquitectura: sueños sobre excusas y María como oportunidad


Recuerdo que viví en una humilde casa en el pueblo de Yauco, al sur de Puerto Rico. Esto, hasta mi aventura de viajar a la zona metro, la llamada “losa”, para emprender mi vida como estudiante y apostar a futuros distintos que, con el sacrificio incondicional de mis padres, pretendía lograr. Era una casa fabricada en madera, techo de metal corrugado y lleno de amor e ilusiones. Esto último quizás un cliché, pero no existe manera más certera para describirlo si pretendo definir esos tiempos. Allá entre mis padres y dos hermanos, crecí y desarrollé el carácter que poseo, junto con los valores fundamentales que sembraron sin posibilidad de extracción. Nunca estaré más en deuda con alguien que con ellos. Esta reflexión la siento pertinente, porque la primera gran prueba que la vida nos puso como familia fue, precisamente, una tormenta. En 1998, cursando mi segundo año universitario, fue el golpe contundente de un huracán que modificó nuestra manera de pensar el futuro y que puso a prueba nuestra resistencia, valores y capacidad de adaptación. El huracán Georges, nombre con características infantiles, atacó ferozmente nuestro país y nuestras vidas. En resumen, perdimos todo. Y créame, utilizo la palabra TODO en su total extensión. Hoy, a ocho meses aproximadamente que el huracán más fuerte de nuestra época contemporánea nos abatiera, se avivan los fantasmas de aquel periodo en que mi familia abandonó las excusas y se enfocaron en los sueños. Sueños que resultaron en una estructura de vivienda más resistente, aunque fueron las relaciones comunitarias y de convivencia las que afloraron, tomando el privilegio de ser la mayor ganancia a raíz de dicho evento.

Este resumido relato es el pie de arranque para el argumento que deseo plantear y que espero podamos todos reflexionar. Sé que en eventos como estos obliga pensar que el tema de lo construido y funcional es el medular a tratar, pero es mucho más lo que debemos ver y resolver. Incluso la reconstrucción y construcción es simbólica a la hora de reconocer los efectos mayores de una catástrofe. El efecto principal esta circunscrito, fundamentalmente, en nuestro devenir social, desarrollado siempre en espacios construidos. Hay que colocar los sueños y oportunidades sobre las excusas para no hacer nada o hacer lo mismo. María, por lo tanto, es otra oportunidad.

Hoy la Arquitectura está despojada de estatutos filosóficos adaptados a las condiciones actuales de nuestras ciudades. Los antiguos y románticos paradigmas se deshacen al intentar forzar su aplicación a una actualidad donde todo es diferente, desde la conectividad humana hasta nuestro comportamiento. Es hora de que nuevos paradigmas surjan y aporten a subsanar las heridas que el ambiente construido crea en nuestras vidas como colectivo. Tenemos que generar y mantener las relaciones que nos constituyen como sociedad redefiniendo el concepto de Sustentabilidad Social y lograrlo con uno de sus componentes: la Arquitectura. Constituir un manifiesto colectivo, desde nuestra perspectiva caribeña, con principios filosóficos que puedan ser utilizados para desarrollar una Arquitectura cónsona con nuestros tiempos y comportamientos sociales, que sea elástico y maleable. Esta nueva oportunidad que la naturaleza nos brinda de reinterpretar nuestras ejecutorias es invaluable, siempre y cuando podamos capitalizar responsablemente la situación. Los elementos fundamentales de la sustentabilidad (medioambiente, sociedad y economía), por ejemplo, debe trascender para convertirse en esa nueva sustentabilidad social, que incorpore la Arquitectura por ser esta la que alberga o acoge la actividad social humana. Su aportación es imprescindible a la hora de modificar ambientes que redunden en la convivencia saludable del colectivo.

Esos elementos fundamentales, que afectan el desarrollo sustentable general, definen los alcances en los proyectos arquitectónicos llevándolos a soluciones adecuadas o unas que niegan la importancia de la sustentabilidad en todas sus manifestaciones. El entorno construido tiene una voz latente e importante en este tema. Hoy día vemos como la construcción ha logrado atrechar el consumo de los recursos con los que contamos. Es por esto que la Arquitectura, siendo la punta de lanza de la construcción, es una esperanza al mejoramiento de nuestro entorno construido que sin duda redundará en un medioambiente que incorpore todos los aspectos de la sustentabilidad que necesitamos. La poca, mala o en ocasiones excesiva planificación a resultado en la segregación y marginación de sectores ampliando la brecha de la desigualdad, comunidad e inseguridad. Logrando, por ejemplo, la muerte de centros urbanos que permitían la interacción de todos los sectores económicos y sociales. Que a su vez contienen infraestructura, de todos los tipos, que en muchos casos está mejor planificada a la que encontramos en nuevos desarrollos suburbanos. Por ejemplo, la infraestructura dirigida a espacios de convergencia social. Estos asuntos se magnifican por la actitud tomada por los profesionales de la construcción a base de condescendencia o indiferencia mostrada en obras que pudieran aportar más a un desarrollo inclusivo y con enfoque en el bien colectivo, necesario en la vida cotidiana. Esta situación, aunque presente antes del evento María, se ha acrecentado y es hoy que debemos reformular las soluciones. Después de todo, como afirma el arquitecto Edwin Quiles en su libro La ciudad de los balcones (2009): 

La Arquitectura, como todo arte, manifiesta la sensualidad, las emociones, las represiones y los placeres de una cultura. Refleja las maneras como la gente se relaciona con los demás y con el mundo, la teatralidad de la vida cotidiana, las formas de moverse en el espacio, de mirar y reflexionar sobre lo que miran. (p.165) 

Por lo tanto, la Arquitectura debe retomar su sentido humano-colectivo, alejarse del individualismo y retornar a las obras extrovertidas, participativas e inclusivas. La sustentabilidad social se ha concentrado en el aspecto de igualdad en recursos para los desprotegidos y no en la búsqueda de propiciar manifestaciones sociales en todos los niveles tanto en espacios interiores como exteriores. No es abandonar las soluciones sustentables que hemos alcanzado al momento, es ampliar sus objetivos reconociendo que es mucho más abarcador.

Para que estas metas se materialicen es determinante alcanzar procesos justos y claros donde exista una participación multisectorial, incluyendo la aportación de la Arquitectura y sus profesionales al entorno construido del país. De manera, y como menciona Roberto P. Guimaraes (2003) en su escrito Tierra de sombras: desafíos de la sustentabilidad y del desarrollo territorial y local ante la globalización corporativa, presentado en la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y Caribe (CEPAL): 

El desafío que se presenta para los gobiernos y la sociedad latinoamericana y caribeña es el garantizar la existencia de un proceso transparente, informado y participativo para el debate y a la toma de decisiones en pos de la sustentabilidad. La crisis actual no es tan solo una crisis institucional o individual. No es solo la mala distribución y consumo de bienes, sino una crisis de valores y destino. (p.14) 

La propia evolución del ser humano ha tomado la dirección de cambiar su propio entorno natural por uno ajustado a una cultura individualista. En otras palabras, cada vez más el ser humano no necesita del colectivo para “subsistir.” Sin embargo, sabemos que esto se aleja de nuestra naturaleza innata, pues somos entes sociales. No es poder subsistir, es como lo queremos hacer y que dejaremos a las generaciones por venir. En esto recae la crisis de valores y destino. Crisis que María deja al descubierto de la manera más cruda y descarada. ¿Hacia dónde va el valor de nuestro comportamiento como conglomerado social? Evidentemente el entorno construido constituido por la Arquitectura, fundamentalmente, tiene mucho que ver con esa modificación de enfoque social pues se está convirtiendo, en términos generales, en obras introvertidas que solo aportan a la soledad.

Urge una conversión que nos transforme en agentes de cambio social. Cada uno tiene esa responsabilidad, no podemos continuar esperando que el otro resuelva lo que todos hemos contribuido a que no funcione. Tenemos que reformular desde los reglamentos, leyes, ordenamiento y sobre todo cuestionar lo que tenemos, reconociendo las consecuencias y promoviendo las posibles soluciones. Unas que nos puedan guiar a lograr objetivos que conocemos, pero por diversas razones le damos la espalda. 

Toda esta reflexión tiene como objetivo ser parte y apoyar las voces que se levantan para reconstruir un país lastimado pero vivo. Reconocernos, aceptarnos y adaptarnos son los pasos iniciales para lograr la sustentabilidad social que necesitamos. A fin de cuentas, hay muchas maneras de ver, sentir y superar un evento catastrófico, pero repito, María no es solo una catástrofe con pocos precedentes conocidos. Es una oportunidad para poner, como mis padres me enseñaron hace veinte años, los sueños sobre las excusas.

miércoles, 13 de febrero de 2013

HOY...


Todos los días intentamos reinterpretar nuestras realidades.  Algunos por miedo a caer en un letargo que los destine a no vivir.  Otros por variar una rutina autoimpuesta disfrazada de la imposición de un sistema que no hace más que aprovecharse de su poder.  Y ¿hacia donde nos dirigimos? ¿Cuál debe o tiene que ser nuestra manera de pensar, nuestra manera de actuar?  Contestaciones hay por barril, pero quizás las más comunes, aunque viciadas, son las antes descritas.  Todos, con diferencias evidentes, somos necesarios para subsistir en un mundo finito y que requiere lo miremos distinto y creativamente cada día.  Sin embargo, ya no hay espacio para una reinterpretación tan individualista como esa.  Es hora de que la realidad colectiva cambie, se adapte, se transforme.  Una en la que podamos apostar al mejoramiento de la empatía social, con una educación sustentada por lo común, por el apoyo al prójimo y por lo cultural.
 
Soy de los que creo, positivamente, que todo es inversamente proporcional socialmente hablando.  Pues si llegamos a tal punto de desventura podemos invertir ese proceso y volver a algunos orígenes necesarios para que perduremos.  Vale la pena el intento.  No basta con quejas de lo que es y podría ser, hay que caminar, dar pasos que por pequeños que sean ayuden a delinear un rumbo a esa restructuración que tanto necesitamos que fortalezcan nuestras bases sociales.

Basamos en valores equivocados el éxito, anteponiendo lo individual y material sobre lo colectivo y social.  Los modelos que tenemos son vergüenza y descaro solo al amparo de la impunidad.  Nos bombardean con constantes ataques a la buena voluntad y paciencia que tenemos como pueblo.  Mientras jóvenes se enfrentan a encrucijadas en el desarrollo de sus vidas, creadas en gran medida por la estructura social impuesta y aceptada, vemos a “líderes” luchando por sostener beneficios y apelar a muchos más con razones superfluas y descaradas.  Lo peor es que lo permitimos.

Ya no debemos, ni podemos, dejar en manos de algunos nuestro bienestar y futuro.  En la cotidianidad individual hagamos que se propicie el bien colectivo.  Trabajemos el presente.  Debemos recuperar nuestra capacidad de indignación, no para solo protestar sino para identificar carencias y problemas con el fin de mejorarlos.  Día a día reinterpretamos la cotidianidad para adaptarnos, ahora tenemos que reinterpretarla para evolucionar.  Educar con nuestro ejemplo y acciones diarias bastará para el establecimiento de cimientos sólidos de la recuperación.  Solo imaginar que cada habitante tenga una buena acción, de su brazo a torcer, sea cortés o simplemente sonría a un desconocido hará que aflore la esperanza, una que redunde en un mejor entorno y un mejor país.  Al final las pequeñas cosas resultan en grandes y positivos cambios.

sábado, 25 de febrero de 2012

SIEMPRE AMANECE

Tiempo ha pasado desde la última vez que escribí.  En ocasiones la vida nos pasa facturas que no comprendemos de manera inmediata, sin embargo la propia vida con su tiempo nos muestra su verdad.  La rectitud ha hecho, para ojos de otros, que haya perdido oportunidades, lo que constata la pérdida de valores que permean y flotan en nuestro entorno que trata de orillarte a negar tus principios.  Principios que no pierdo gracias a lo aprendido en la doctrina que jamás negaré, la de mis padres.  Que a pesar de no creer en doctrinas valoro paradójicamente esta.  Sin ella la caída al vacío hubiese ocurrido muriendo antes del golpe con el fondo.
Quizás es difícil de comprender mis palabras hilvanadas con alma y no con razón, disculpas pido, solo así puedo escribir.
Hoy las perspectivas de mi entorno cambian, se modifican, se transforman.  Con dolores superados y otros en proceso a serlo, vivo.  Con sentimientos encontrados y en ocasiones desviados a lados negativos solo superados por un nuevo amanecer.  Divago en las manecillas del tiempo y solo constato que no importa lo que pase sigue su curso.  Perdido por lo ancho de un camino que no esta marcado, guiado con la única y magnifica ventaja de lo incierto…    

CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

martes, 6 de diciembre de 2011

GALIMATÍAS


Más allá del luto por palabras que nos guiaban, hay luto de conceptos.  Uno de estos es dar precio a todas las cosas en vez de valor.  Quizás una manera de medir el valor de algo es dándole un precio determinado y ya acostumbrados a eso pretendemos solo constatar el valor con dinero, con precio.  Hoy leo, o mejor dicho trato de leer, mi entorno más allá del precio, solo con el valor que representan esos elementos que me rodean, ahora y al futuro.  Sin pretensiones veo que nos orillaron a ver entre gríngolas nuestro presente y de esa manera construir nuestro “propio” futuro, sin darnos cuenta que perdimos en el camino el equipaje de lo esencial.   

Hace un tiempo me tope con una palabra intrigante que hoy recuerdo: galimatías.  En aquel momento la escuche en un contexto bíblico refiriéndose a un lenguaje que a pesar de poderse comprender era difícil de descifrar.  Hoy día la palabra salta a mi mente pero en otro contexto.  Uno donde lo difícil de descifrar es nuestro entorno y sistema social, a pesar de aparentemente poderlo comprender.  A medida que pasa el tiempo y nuestras herramientas sociales son cada vez menos, la comprensión de quienes componemos el sistema disminuye.  Esto al punto de no entender nuestras propias acciones ante alguna situación.

Las concepciones que “poseemos” que limitan nuestros actos, a manera de doctrina, nos las han sembrado en nuestra mente por años.  El fin de este adoctrinamiento es el que no veamos lo que nos conviene ver y entender para desarrollar un país que sea de todos y para todos.  Lamentablemente esto ha alcanzado tal nivel que confunde al que quiere pensar más allá, a uno preocupado por el bienestar común.  Por eso esta palabra que retumba en mi cabeza toma mayor pertinencia, nos movemos en un sistema que “entendemos” pero no desciframos. 

Galimatías pronto se unirá a palabras como Macondo e Idiocracia que muy bien describirán nuestro presente y tristemente nuestro porvenir.  Queda de nuestra parte convertir y transformar nuestro entorno social y sobretodo volver a comprender, practicando las palabras agonizantes que nuestro cambio de conceptos han herido de muerte. 
  
CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

jueves, 27 de octubre de 2011

MAMPARA

Una mampara es una división de dos espacios que en la mayoría de los casos te permite ver através de ella ese otro espacio sin dejarte pasar físicamente.  En nuestro país existen mamparas conceptualmente invertidas donde lo que ocultan es lo visible mientras permiten el paso físico.  Esto lo que promueve es que entren a lugares personas que más allá de su preparación académica no tienen las más mínima idea de lo que estar ahí representa.  Representa en esencia el servir para “mejorar” el país que todos tenemos.  Basamos hoy día las posiciones valorando solamente el ingreso y lo abultado de este, logrando unos sacos de papas tirados en sillas de más de cien mil dólares.  Sacos que difícilmente podemos sacar sin por lo menos una pensión tan abultada que pareciera que le damos mil dólares por cada libra que pesan. 

Las valoraciones que utilizamos evidentemente están equivocadas.  No podemos permitir continuar llenando posiciones con papas, y menos podridas, menoscabando garantías básicas que tienen que ser provistas: educación, salud y seguridad.  Es inconcebible que permitamos que suban personas que llenan las sillas con agendas dirigidas políticamente mientras vemos a nuestras escuelas sin libros y al centro médico sin recursos.  Nadie lo ve, hasta que está ahí.  La gran mampara invertida de nuestro país nos deja atravesarla sin ver, mirando a otro lado y al estar ahí, al igual que los placebos, nos hacen sentir que todo anda bien.

Lo peor y mejor del caso es que la mampara va tomando su definición inicial, poco a poco.  Peor, porque nos permite ver, incluso por el descaro de los “líderes”, lo hundidos que estamos y lo podrido que esta el sistema.  Mejor, porque es la gran oportunidad de pasar factura y delinear un camino con prioridades reales y justas.

Es inminente que hagamos algo, no importa lo pequeño que parezca.  Por ejemplo no nos cuesta nada el fomentar los valores que a poco se van perdiendo como la humildad y respeto.  De más esta decir que la educación social, que nos compete a todos, es la médula de este fin.  Día a día nos paseamos como si fuésemos los únicos en la sociedad, lamentándonos por lo que podemos ser y no somos, pero a la vez nada hacemos. 

Aprovechemos el momento para dejarnos sentir por todos los medios a nuestro alcance, pero la voz colectiva debe ser sobretodo constante.  Una manifestación hace mucho, pero más efectiva es que esos principios por los cuales nos manifestamos los llevemos a nuestras vidas en acción y no hasta que se acaba la manifestación.  Tenemos que ser agentes multiplicadores cada minuto.  Sin olvidar que somos agentes de un mismo colectivo y que querámoslo o no estamos en el mismo barco.


CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

martes, 11 de octubre de 2011

LUTO POR PALABRAS

Hago esta reflexión pues me sorprende encontrar personas en nuestra sociedad que tergiversan el significado y conceptos de palabras intentando que mueran.  Seguramente como muchos me doy cuenta que nos faltan palabras que alguna vez tuvimos.  Luego divago y reconozco que las palabras no faltan, sino sus significados.  Estos han sido atrofiados y desvirtuados por el tiempo… en realidad por nosotros.  Poco a poco casi sin darnos cuenta vemos que aquellas palabras que nos inspiraban, motivaban, impulsaban y nos ayudaban a enfrentar retos perdieron credibilidad, convirtiéndose en palabras de la autoayuda mas barata.  Palabras como: libertad, fe, esperanza, justicia, honorabilidad, humildad, honradez, amor, verdad y muchas otras, hoy resultan tener menos efecto que lo que tenían antes.  En fin la retórica y demagogia sustituyen al significado y concepto.  A pesar de que puede parecer un problema ínfimo, no lo es.  Palabras nobles, importantes y necesarias para el desarrollo de un pensamiento y conciencia crítica de un pueblo hoy se ven como clichés.

No mencionaré todas, pues seria imposible, sin embargo hay palabras que son medulares, que su significado y uso deben ser protegidos por una sociedad que quiere progresar.  Una de esas, por ejemplo, es la VERDAD.  Triste es ver como se ha tornado en una que es arropada por la arbitrariedad y relatividad, llegando al punto que toda verdad la queremos convertir en circunstancial.  Esto es solo un ejemplo de lo importante que es nuestro lenguaje e idioma.  No importa cual sea, las palabras deben ser puestas siempre en acción, pero con la significación adecuada siempre mirando en la progresión positiva de un grupo, de un pueblo. 

Los líderes que tenemos y escogemos han herido de muerte muchas de estas palabras al punto de matarlas.  Muchas de ellas mueren en lo podrido de sus discursos prefiriendo institucionalizar otras como corrupción o impunidad, etc.  Algo que no debemos permitir más.  El adoctrinamiento cambiando la significación del vocabulario que debemos o no utilizar debe acabar.  Hay que ver y sobretodo entender las cosas tal como son, sin filtros que personas con ínfulas de grandeza y posiciones de poder pretenden cambiar, asesinando las pocas palabras vivas y con fuerza que nos quedan. 

No dejemos que piensen, analicen y traduzcan por nosotros.  Si no lo hacemos nosotros estamos destinados a estar de luto por mucho tiempo.  Es nuestro deber impostergable rescatarlas de quienes las usan irresponsablemente para controlar, confundir y lastimar a este país.  Soy de los que piensan que detalle a detalle vamos mejorando nuestro entorno social, no importa lo pequeño que nos parezca la idea o aportación.  Usemos esas palabras con el valor que tienen y no por el valor que le otorgan seres que buscan solo su conveniencia. 

CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN