Arquitectura: sueños sobre excusas y María como oportunidad
Este resumido relato es el pie de arranque para el argumento que deseo plantear y que espero podamos todos reflexionar. Sé que en eventos como estos obliga pensar que el tema de lo construido y funcional es el medular a tratar, pero es mucho más lo que debemos ver y resolver. Incluso la reconstrucción y construcción es simbólica a la hora de reconocer los efectos mayores de una catástrofe. El efecto principal esta circunscrito, fundamentalmente, en nuestro devenir social, desarrollado siempre en espacios construidos. Hay que colocar los sueños y oportunidades sobre las excusas para no hacer nada o hacer lo mismo. María, por lo tanto, es otra oportunidad.
Hoy la Arquitectura está despojada de estatutos filosóficos adaptados a las condiciones actuales de nuestras ciudades. Los antiguos y románticos paradigmas se deshacen al intentar forzar su aplicación a una actualidad donde todo es diferente, desde la conectividad humana hasta nuestro comportamiento. Es hora de que nuevos paradigmas surjan y aporten a subsanar las heridas que el ambiente construido crea en nuestras vidas como colectivo. Tenemos que generar y mantener las relaciones que nos constituyen como sociedad redefiniendo el concepto de Sustentabilidad Social y lograrlo con uno de sus componentes: la Arquitectura. Constituir un manifiesto colectivo, desde nuestra perspectiva caribeña, con principios filosóficos que puedan ser utilizados para desarrollar una Arquitectura cónsona con nuestros tiempos y comportamientos sociales, que sea elástico y maleable. Esta nueva oportunidad que la naturaleza nos brinda de reinterpretar nuestras ejecutorias es invaluable, siempre y cuando podamos capitalizar responsablemente la situación. Los elementos fundamentales de la sustentabilidad (medioambiente, sociedad y economía), por ejemplo, debe trascender para convertirse en esa nueva sustentabilidad social, que incorpore la Arquitectura por ser esta la que alberga o acoge la actividad social humana. Su aportación es imprescindible a la hora de modificar ambientes que redunden en la convivencia saludable del colectivo.
Esos elementos fundamentales, que afectan el desarrollo sustentable general, definen los alcances en los proyectos arquitectónicos llevándolos a soluciones adecuadas o unas que niegan la importancia de la sustentabilidad en todas sus manifestaciones. El entorno construido tiene una voz latente e importante en este tema. Hoy día vemos como la construcción ha logrado atrechar el consumo de los recursos con los que contamos. Es por esto que la Arquitectura, siendo la punta de lanza de la construcción, es una esperanza al mejoramiento de nuestro entorno construido que sin duda redundará en un medioambiente que incorpore todos los aspectos de la sustentabilidad que necesitamos. La poca, mala o en ocasiones excesiva planificación a resultado en la segregación y marginación de sectores ampliando la brecha de la desigualdad, comunidad e inseguridad. Logrando, por ejemplo, la muerte de centros urbanos que permitían la interacción de todos los sectores económicos y sociales. Que a su vez contienen infraestructura, de todos los tipos, que en muchos casos está mejor planificada a la que encontramos en nuevos desarrollos suburbanos. Por ejemplo, la infraestructura dirigida a espacios de convergencia social. Estos asuntos se magnifican por la actitud tomada por los profesionales de la construcción a base de condescendencia o indiferencia mostrada en obras que pudieran aportar más a un desarrollo inclusivo y con enfoque en el bien colectivo, necesario en la vida cotidiana. Esta situación, aunque presente antes del evento María, se ha acrecentado y es hoy que debemos reformular las soluciones. Después de todo, como afirma el arquitecto Edwin Quiles en su libro La ciudad de los balcones (2009):
La Arquitectura, como todo arte, manifiesta la sensualidad, las emociones, las represiones y los placeres de una cultura. Refleja las maneras como la gente se relaciona con los demás y con el mundo, la teatralidad de la vida cotidiana, las formas de moverse en el espacio, de mirar y reflexionar sobre lo que miran. (p.165)
Por lo tanto, la Arquitectura debe retomar su sentido humano-colectivo, alejarse del individualismo y retornar a las obras extrovertidas, participativas e inclusivas. La sustentabilidad social se ha concentrado en el aspecto de igualdad en recursos para los desprotegidos y no en la búsqueda de propiciar manifestaciones sociales en todos los niveles tanto en espacios interiores como exteriores. No es abandonar las soluciones sustentables que hemos alcanzado al momento, es ampliar sus objetivos reconociendo que es mucho más abarcador.
Para que estas metas se materialicen es determinante alcanzar procesos justos y claros donde exista una participación multisectorial, incluyendo la aportación de la Arquitectura y sus profesionales al entorno construido del país. De manera, y como menciona Roberto P. Guimaraes (2003) en su escrito Tierra de sombras: desafíos de la sustentabilidad y del desarrollo territorial y local ante la globalización corporativa, presentado en la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y Caribe (CEPAL):
El desafío que se presenta para los gobiernos y la sociedad latinoamericana y caribeña es el garantizar la existencia de un proceso transparente, informado y participativo para el debate y a la toma de decisiones en pos de la sustentabilidad. La crisis actual no es tan solo una crisis institucional o individual. No es solo la mala distribución y consumo de bienes, sino una crisis de valores y destino. (p.14)
La propia evolución del ser humano ha tomado la dirección de cambiar su propio entorno natural por uno ajustado a una cultura individualista. En otras palabras, cada vez más el ser humano no necesita del colectivo para “subsistir.” Sin embargo, sabemos que esto se aleja de nuestra naturaleza innata, pues somos entes sociales. No es poder subsistir, es como lo queremos hacer y que dejaremos a las generaciones por venir. En esto recae la crisis de valores y destino. Crisis que María deja al descubierto de la manera más cruda y descarada. ¿Hacia dónde va el valor de nuestro comportamiento como conglomerado social? Evidentemente el entorno construido constituido por la Arquitectura, fundamentalmente, tiene mucho que ver con esa modificación de enfoque social pues se está convirtiendo, en términos generales, en obras introvertidas que solo aportan a la soledad.
Urge una conversión que nos transforme en agentes de cambio social. Cada uno tiene esa responsabilidad, no podemos continuar esperando que el otro resuelva lo que todos hemos contribuido a que no funcione. Tenemos que reformular desde los reglamentos, leyes, ordenamiento y sobre todo cuestionar lo que tenemos, reconociendo las consecuencias y promoviendo las posibles soluciones. Unas que nos puedan guiar a lograr objetivos que conocemos, pero por diversas razones le damos la espalda.
Toda esta reflexión tiene como objetivo ser parte y apoyar las voces que se levantan para reconstruir un país lastimado pero vivo. Reconocernos, aceptarnos y adaptarnos son los pasos iniciales para lograr la sustentabilidad social que necesitamos. A fin de cuentas, hay muchas maneras de ver, sentir y superar un evento catastrófico, pero repito, María no es solo una catástrofe con pocos precedentes conocidos. Es una oportunidad para poner, como mis padres me enseñaron hace veinte años, los sueños sobre las excusas.

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