martes, 6 de diciembre de 2011

GALIMATÍAS


Más allá del luto por palabras que nos guiaban, hay luto de conceptos.  Uno de estos es dar precio a todas las cosas en vez de valor.  Quizás una manera de medir el valor de algo es dándole un precio determinado y ya acostumbrados a eso pretendemos solo constatar el valor con dinero, con precio.  Hoy leo, o mejor dicho trato de leer, mi entorno más allá del precio, solo con el valor que representan esos elementos que me rodean, ahora y al futuro.  Sin pretensiones veo que nos orillaron a ver entre gríngolas nuestro presente y de esa manera construir nuestro “propio” futuro, sin darnos cuenta que perdimos en el camino el equipaje de lo esencial.   

Hace un tiempo me tope con una palabra intrigante que hoy recuerdo: galimatías.  En aquel momento la escuche en un contexto bíblico refiriéndose a un lenguaje que a pesar de poderse comprender era difícil de descifrar.  Hoy día la palabra salta a mi mente pero en otro contexto.  Uno donde lo difícil de descifrar es nuestro entorno y sistema social, a pesar de aparentemente poderlo comprender.  A medida que pasa el tiempo y nuestras herramientas sociales son cada vez menos, la comprensión de quienes componemos el sistema disminuye.  Esto al punto de no entender nuestras propias acciones ante alguna situación.

Las concepciones que “poseemos” que limitan nuestros actos, a manera de doctrina, nos las han sembrado en nuestra mente por años.  El fin de este adoctrinamiento es el que no veamos lo que nos conviene ver y entender para desarrollar un país que sea de todos y para todos.  Lamentablemente esto ha alcanzado tal nivel que confunde al que quiere pensar más allá, a uno preocupado por el bienestar común.  Por eso esta palabra que retumba en mi cabeza toma mayor pertinencia, nos movemos en un sistema que “entendemos” pero no desciframos. 

Galimatías pronto se unirá a palabras como Macondo e Idiocracia que muy bien describirán nuestro presente y tristemente nuestro porvenir.  Queda de nuestra parte convertir y transformar nuestro entorno social y sobretodo volver a comprender, practicando las palabras agonizantes que nuestro cambio de conceptos han herido de muerte. 
  
CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

jueves, 27 de octubre de 2011

MAMPARA

Una mampara es una división de dos espacios que en la mayoría de los casos te permite ver através de ella ese otro espacio sin dejarte pasar físicamente.  En nuestro país existen mamparas conceptualmente invertidas donde lo que ocultan es lo visible mientras permiten el paso físico.  Esto lo que promueve es que entren a lugares personas que más allá de su preparación académica no tienen las más mínima idea de lo que estar ahí representa.  Representa en esencia el servir para “mejorar” el país que todos tenemos.  Basamos hoy día las posiciones valorando solamente el ingreso y lo abultado de este, logrando unos sacos de papas tirados en sillas de más de cien mil dólares.  Sacos que difícilmente podemos sacar sin por lo menos una pensión tan abultada que pareciera que le damos mil dólares por cada libra que pesan. 

Las valoraciones que utilizamos evidentemente están equivocadas.  No podemos permitir continuar llenando posiciones con papas, y menos podridas, menoscabando garantías básicas que tienen que ser provistas: educación, salud y seguridad.  Es inconcebible que permitamos que suban personas que llenan las sillas con agendas dirigidas políticamente mientras vemos a nuestras escuelas sin libros y al centro médico sin recursos.  Nadie lo ve, hasta que está ahí.  La gran mampara invertida de nuestro país nos deja atravesarla sin ver, mirando a otro lado y al estar ahí, al igual que los placebos, nos hacen sentir que todo anda bien.

Lo peor y mejor del caso es que la mampara va tomando su definición inicial, poco a poco.  Peor, porque nos permite ver, incluso por el descaro de los “líderes”, lo hundidos que estamos y lo podrido que esta el sistema.  Mejor, porque es la gran oportunidad de pasar factura y delinear un camino con prioridades reales y justas.

Es inminente que hagamos algo, no importa lo pequeño que parezca.  Por ejemplo no nos cuesta nada el fomentar los valores que a poco se van perdiendo como la humildad y respeto.  De más esta decir que la educación social, que nos compete a todos, es la médula de este fin.  Día a día nos paseamos como si fuésemos los únicos en la sociedad, lamentándonos por lo que podemos ser y no somos, pero a la vez nada hacemos. 

Aprovechemos el momento para dejarnos sentir por todos los medios a nuestro alcance, pero la voz colectiva debe ser sobretodo constante.  Una manifestación hace mucho, pero más efectiva es que esos principios por los cuales nos manifestamos los llevemos a nuestras vidas en acción y no hasta que se acaba la manifestación.  Tenemos que ser agentes multiplicadores cada minuto.  Sin olvidar que somos agentes de un mismo colectivo y que querámoslo o no estamos en el mismo barco.


CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

martes, 11 de octubre de 2011

LUTO POR PALABRAS

Hago esta reflexión pues me sorprende encontrar personas en nuestra sociedad que tergiversan el significado y conceptos de palabras intentando que mueran.  Seguramente como muchos me doy cuenta que nos faltan palabras que alguna vez tuvimos.  Luego divago y reconozco que las palabras no faltan, sino sus significados.  Estos han sido atrofiados y desvirtuados por el tiempo… en realidad por nosotros.  Poco a poco casi sin darnos cuenta vemos que aquellas palabras que nos inspiraban, motivaban, impulsaban y nos ayudaban a enfrentar retos perdieron credibilidad, convirtiéndose en palabras de la autoayuda mas barata.  Palabras como: libertad, fe, esperanza, justicia, honorabilidad, humildad, honradez, amor, verdad y muchas otras, hoy resultan tener menos efecto que lo que tenían antes.  En fin la retórica y demagogia sustituyen al significado y concepto.  A pesar de que puede parecer un problema ínfimo, no lo es.  Palabras nobles, importantes y necesarias para el desarrollo de un pensamiento y conciencia crítica de un pueblo hoy se ven como clichés.

No mencionaré todas, pues seria imposible, sin embargo hay palabras que son medulares, que su significado y uso deben ser protegidos por una sociedad que quiere progresar.  Una de esas, por ejemplo, es la VERDAD.  Triste es ver como se ha tornado en una que es arropada por la arbitrariedad y relatividad, llegando al punto que toda verdad la queremos convertir en circunstancial.  Esto es solo un ejemplo de lo importante que es nuestro lenguaje e idioma.  No importa cual sea, las palabras deben ser puestas siempre en acción, pero con la significación adecuada siempre mirando en la progresión positiva de un grupo, de un pueblo. 

Los líderes que tenemos y escogemos han herido de muerte muchas de estas palabras al punto de matarlas.  Muchas de ellas mueren en lo podrido de sus discursos prefiriendo institucionalizar otras como corrupción o impunidad, etc.  Algo que no debemos permitir más.  El adoctrinamiento cambiando la significación del vocabulario que debemos o no utilizar debe acabar.  Hay que ver y sobretodo entender las cosas tal como son, sin filtros que personas con ínfulas de grandeza y posiciones de poder pretenden cambiar, asesinando las pocas palabras vivas y con fuerza que nos quedan. 

No dejemos que piensen, analicen y traduzcan por nosotros.  Si no lo hacemos nosotros estamos destinados a estar de luto por mucho tiempo.  Es nuestro deber impostergable rescatarlas de quienes las usan irresponsablemente para controlar, confundir y lastimar a este país.  Soy de los que piensan que detalle a detalle vamos mejorando nuestro entorno social, no importa lo pequeño que nos parezca la idea o aportación.  Usemos esas palabras con el valor que tienen y no por el valor que le otorgan seres que buscan solo su conveniencia. 

CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

miércoles, 5 de octubre de 2011

IMAGINACIÓN

Vivimos en un mundo imaginario.  Hoy día sigue pertinente una conocida frase de Albert Einstein “…la imaginación es más importante que el conocimiento…” esto aunque cada día veamos menos imaginación en nuestros actos.  La imaginación posiblemente es la más importante posesión que nos distingue del resto de las especies.  Algunos dicen que la diferencia es razonar o analizar o crear, etc., sin embargo para todas las diferencias que establezcamos la imaginación es la base y principio de todas ellas.  Sin ella no sabríamos como ni que comer, como solucionar problemas, como comunicarnos, como vestirnos, como hacer, como amar.  Mientras menos imaginemos más nos alejamos de solucionar nuestras situaciones, más nos alejamos unos de otros engrandeciendo mucho el individualismo que comienza a caracterizarnos.

Imaginamos nuestros entornos, tanto físicos como mentales y lo hacemos a conveniencia.  Esta conveniencia debería ser colectiva.  El problema es que a pesar que nos organizamos, nuestros grupos son cada vez más pequeños al punto que existen muchos “grupos” de uno.  Sin embargo, siempre que exista ese “uno” habrá una luz que podría ser perseguida por muchos.  Es esperanzador pero escaso, lo que permite a supuestos “líderes” subir y ser seguidos por multitudes logrando solo su propio beneficio o el de algunos.  

Ya basta de ver problemas, hay que comenzar a imaginar, a ver situaciones y oportunidades de mejorar.  Hay que verlas puntualmente e ir atendiéndolas una a una con creatividad, recordando que el abarcar mucho nos hace apretar poco.  No pretender que las cosas puedan cambiar haciendo lo mismo que antes, no es claudicar en los intentos es poder ver con mayor imaginación las posibles soluciones.  Esto automáticamente nos permitirá ver muchas más opciones para determinada situación.  Las grandes crisis nos obligan a imaginar y llegó ese momento.  Es hora de progresar, estableciendo bases más sólidas donde la imaginación guíe la dirección de un país, no la demagogia de algunos.  

Tenemos que imaginar, urgentemente, una mejor educación.  En su mayoría los puertorriqueños ostentamos una educación formal básica, y ¿qué pasó entonces?, perdemos imaginación para crear procesos educativos que aporten algo más que saber escribir y leer.  Aunque tengamos esa educación formal, quizás de la que más carecemos es la educación informal y social.  Esta última refiriéndonos a la educación espontánea de cada pueblo, la que utilizamos todos los días, que es la que enfatiza en valores y herramientas sociales que empleamos para desarrollar empatía con los demás.  Aceptemos de una vez que el país que no invierta en su educación esta destinado al fracaso.  Sin embargo preferimos invertir más en elementos opresivos que en la educación, esto sin darnos cuenta que es uno de los principios de la autodestrucción de una sociedad, además que hace del país uno vacío, sin imaginación y sin aspiraciones, condenados al conformismo de ser nada.

Esos detalles, que construyen a cada ser humano y que son la médula de nuestras relaciones, quizás es lo principal a atender.  ¿Cómo? Pues la verdad no sé, pero en la búsqueda y en ese camino debemos evaluar nuestros actos y mejorar, eso es un comienzo.  Todos debemos preguntarnos: ¿quién era, qué soy y en qué me he convertido?, sencilla pregunta de compleja respuesta.  Pero es impostergable que miremos dentro haciendo esta pregunta, quizás la respuesta está más cerca de lo que creemos.  Al final somos solo lo que imaginamos.

CHRISTOPHER CASTILLO CINTRÓN

martes, 27 de septiembre de 2011

Intención

En el desarrollo de un ser humano que decida dedicarse a alguna manifestación creativa se le exhorta a establecer intenciones en cada cosa que realiza.  Ya sea, por ejemplo, un músico que realiza su obra con el fin de obtener determinada reacción de quien la escucha, que puede ir desde propiciar un baile hasta sentirse feliz o triste.  La arquitectura, sea doméstica o no, la planificación y el urbanismo no son la excepción.  Estas intenciones van cargadas, positiva o negativamente, de un bagaje que ese diseñador adquirió de acuerdo a sus años de experiencia y estudios.  Aunque una diferencia entre estas manifestaciones es que la que se refiere a nuestro entorno construido en ocasiones tiene un efecto o reacción mucho más paulatina y diluida.  Otra diferencia es lo difícil que es rectificar errores cometidos.  En las canciones solo dejarlas de escuchar es suficiente, sin embargo nuestras ciudades heridas por muy malas y poco planificadas decisiones tienen unos efectos que pueden durar generaciones y otros efectos irreversibles. 

El desarrollar en lugares no adecuados es una de esas malas decisiones que difícilmente, dentro del sistema actual, puede rectificarse.  Desde mediados de siglo vente llega el fantasma de la suburbia, estableciéndose y manteniéndose hoy día.  Con el objetivo de beneficiar a unos pocos a costillas y en menoscabo de muchos otros.  Vendiendo una vida en comunidad ideal, casas y amenidades ideales, en desarrollos que hoy constatamos están sideralmente lejos de esa “finalidad”.  Ocurrió como muchas otras cosas en nuestro Puerto Rico, ya teníamos, quizás no ideales, pero definitivamente una vida en comunidad real donde mínimo sentías la libertad de contar con el azúcar de tu vecino.  Un ejemplo que demuestra nuestra reincidencia es la perdida de nuestro sistema de transportación colectiva, en potencia, nuestro tren que prácticamente rodeaba la isla.  Todo perdido porque alguien con un “derroche de sabiduría” entendió que no valía la pena desarrollarlo para el futuro del país.  Que diferente hubiese sido. 

Ya en nuestras comunidades, tipo cementerio de vivos (por su configuración lapidaria), poca gente conoce a su vecino, pocos niños juegan en el árbol de mango (inexistente), pocos van caminando a comprar pan y quizás lo peor pocos se reúnen más allá de la discusión de quien debe el mantenimiento o que compañía de seguridad controle el acceso.  Todas estas carencias nos las han disfrazado desde muchos años como desarrollos planificados.  ¡Lo peor es que lo son!  Con la diferencia de la intención.  Esta planificación fue y va dirigida a alimentar el individualismo, logrando cabalmente su fin. 

Es retórico entrar en los efectos añadidos a esta realidad, pues creo que lo vivimos todos los días.  Sin embargo mencionaré a modo de ejemplo una de las más graves: la seguridad.  Vivimos en un momento de alta violencia e inseguridad en nuestro entorno.  A pesar de que esta realidad tiene muchas razones, nuestro entorno construido y sus creadores dejaron hace mucho de ser factor para mejorar nuestro hábitat.  Las aportaciones de los “profesionales dedicados” a estos menesteres dejan mucho que desear.  La seguridad se logra con nosotros en las calles, pero para eso hay que crear las condiciones adecuadas.  Mientras más nos enclaustremos y separemos de los demás la inseguridad aflorará. 

Nuestras intenciones deben, con premura, ser reconsideradas y reestructuradas.  Por ejemplo, decisiones como los controles de accesos posiblemente son una de las peores que como colectivo hemos tomado.  Irónico es una decisión del colectivo propiciando lo individual.  Esto último es autodestructivo.  Pensaba que ya los tiempos de la edad media en que tenías que protegerte con murallas y controles con guardias armados era parte de un lejano pasado.  Me doy cuenta que cada vez nos acercamos más a seguir con esta idea.  ¿Qué diferencia hay?  Creo que lamentablemente en concepto ninguna.

Queremos en ocasiones tener los resultados rápido, al momento, esto es poco probable en este tema y en muchos otros que están profundamente clavados en el colectivo.  Como diseñadores de nuestro entorno construido tenemos que clarificar nuestras intenciones.  No debemos pretender tener las respuestas como si fueran fruto de algún árbol, pero esto no nos debe privar de mantenernos en la búsqueda de ellas.  Estoy convencido que con aspirar a tener intenciones como las puede tener un músico: claras y definidas, vamos en camino a vivir como deseamos o quizás a vivir como ya habíamos vivido.  Esto no nos librará de situaciones o errores, eso si, nos da infinidad de oportunidades para mejorar, y acaso ¿esa no debe ser nuestra intención?

CHRISTOPHER CASTILLO        

martes, 20 de septiembre de 2011

Hipocresía

Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.  Hipocresía.  Aunque no pretendo tener razón, escribo.  Ya es muy difícil escribir con verbo más allá de la semántica.  El sistema te absorbe los intentos de pensar, sentir y sobretodo de actuar, reduciéndonos casi automáticamente en una hipocresía inducida por el.  Basado en el individualismo, este sistema, no permite que empujemos parejo en alguna dirección, sea la que sea.  Nos han adoctrinado poquito a poco a que seamos indiferentes a el colectivo y a lo que le ocurre, sin darnos cuenta que es un camino autodestructivo.  Ya casi acostumbrados a que ocurra lo peor, asumiéndolo y aceptándolo, logrando que lo bueno llegue, en ocasiones, a verse como algo utópico, irreal, imposible. 
Sin miedo, siempre he creído que la sociedad es un organismo vivo, que sufre en función de cómo se trate y como su entorno lo afecte.  Lo distinto es que el ser humano daña su propio entorno, irónicamente, pues este entorno nos va destruyendo.  No es mi intención el pesimismo, sin embargo sé que hay que ver sin filtros nuestros problemas para enfrentarlos y superarlos.  
Nuestras acciones son cada vez más contrarias precisamente a la acción, siendo obvia la contradicción y real su significación.  Nuestro individualismo nos carcome sin que nos demos cuenta, confundidos dentro de la automarginación de nuestras mentes, metas, deseos y quizás lo peor: voluntad.  Hasta la culpa la individualizamos cuando el culpable somos todos, sin excepción de situación.  Quizás nuestra primera aceptación debe ser el reconocimiento individual de nuestro gran problema colectivo.  Es impostergable abandonar la hipocresía que nos hace actuar así.  Sentimos empatía por momentos cada vez más cortos, nuestra indignación son solo destellos que rápidamente son sustituidos por un egoísmo aislado, al punto de ser indiferente al dolor y sufrimiento del prójimo, del colectivo.  Todo afecta todo.  
Triste es ver como noticias atroces son sustituidas en nuestro pensamiento por situaciones banales o superfluas.  Ponemos esperanzas en “cosas” que carecen de profundidad.  Que si miss universe, que si el juego x, que si el bailable del sábado, etc. por su puesto, no trato de minimizar nada de estos intentos por unir, aunque sean hipocresías de sus creadores, pues solo son actividades para al final beneficiar a unos pocos.  Por supuesto que los pueblos necesitan diversión y entretenimiento, pero ¿a costa de que?  No creo que miss universe nos una más o nos saque de alguno, por ínfimo que sea, de nuestros problemas sociales mucho más profundos que participar en un concurso que lo único que demuestra son las ínfulas de grandeza de un país y hasta del mundo.  Solo con escuchar el nombre se constata mi opinión: MISS UNIVERSE… universo que ni siquiera alcanzamos a descubrir.  Esto aunque parezca tonto es una muestra de donde ponemos nuestras esperanzas, en personas y “cosas” que solo evidencian lo carentes que estamos de líderes serios, comprometidos y con bases intelectuales.  Increíble es sentir que la idea de colectivo se diluye en el individualismo.  Esto lo vemos constantemente en supuestos líderes que aglutinan, pero al final sus intenciones de solo adelantar sus objetivos individuales se muestran.  Hipocresía no solo de ese supuesto líder, también de quienes los reconocemos con la certeza de su ineptitud.   
Sin pretensiones, quizás solo espero que pensemos y nos demos la oportunidad de escuchar, analizar y aprender de todos.  Hay personas en nuestras vidas, en ocasiones fugaces, que por enfocarnos solo en nosotros no las vemos.  En mi caso una de esas personas me dijo: “no hay problemas, solo oportunidades”.  Esto nunca lo he olvidado y creo que tenemos una gran oportunidad de HACER.  Depende en gran medida de voluntad, entrega y triunfar ante la hipocresía.

C. CASTILLO